“O subimos los impuestos a quienes más tienen o recortamos el gasto sanitario a los ancianos. Esto no es lucha de clases, son matemáticas”, dice Obama enotro gran discurso (me encantaría votar al tipo que los redacta). La frase es hábil porque saca el debate de lo ideológico hasta reducirlo a una simple cuestión técnica, tan indiscutible como que dos más dos son cuatro. Obama utiliza la fuerza de su rival –ese Tea Party que le retrata como un comunista peligroso– para hacerle caer al suelo. Punto para el karateca. Pero, ¿de verdad ya no hay lucha de clases?
Otra cita, ésta del multimillonario Warren Buffett: “Claro que hay lucha de clases. Pero es mi clase, la de los ricos, la que ha empezado esta lucha. Y vamos ganando”. Buffett también usa las matemáticas para demostrar que las grandes fortunas en EEUU pagan hoy menos porcentaje en impuestos que sus secretarias. Es un drama universal: en la mayoría de los países prósperos, según la OCDE, ha aumentado la desigualdad económica durante las últimas décadas casi a la misma velocidad con la que han menguado los impuestos para los multimillonarios.
La nueva gran depresión está aumentando aún más la desigualdad. Más matemáticas en dos ejemplos simbólicos: en EEUU ya hay más de 46 millones de pobres, la mayor cifra en medio siglo; mientras tanto, en el otro extremo de la pirámide social, Porsche logró este agosto (en el que la economía volvió al borde de la recesión) un nuevo récord histórico en ventas de sus coches de lujo.
Puede que la terminología marxista suene hoy vieja. Que toda la sociedad se considere clase media es otro éxito ideológico de la derecha. Pero ese mundo que algunos dibujan, donde no hay ni pobres ni ricos, ni tampoco diferentes intereses entre las clases sociales, es aún más irreal que la utopía comunista.
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