Los puntos negros corresponden a los satélites activos; los rosados, a satélites en desuso, y los celestes, a basura espacial.
Primero, el descontrolado satélite UARS de la NASA que con su ruta errática mantuvo en vilo a todo el mundo hasta que cayó en alguna parte del Océano Pacífico.
Segundo, una extraña "bola de fuego" que mató a una mujer y destruyó varias casas y autos en Buenos Aires. No fue un meteorito (fue una explosión de gas), pero la sicosis cundió.
Y tercero, la alineación del cometa Elenin con la Tierra y el Sol que supuestamente causaría estragos.
Y es que el espacio en torno al planeta no es como el de las películas.
Se calcula que al menos unos 10 mil satélites giran en torno a la Tierra. Y que, en promedio, cae uno al día. Pero, por su tamaño, lo habitual es que se desintegren cuando cruzan la atmósfera.
También están los llamados "micrometeoritos": todos los años hay "lluvia" de estos fragmentos.
Incluso tienen nombre. Por ejemplo, los que caen en enero se llaman "Cuadrántidas" y los de octubre fueron bautizados como "Oriónidas".
El punto es que también se rompen al entrar en contacto con la atmósfera. Salvo aislados casos como los que miden 100 metros de diámetro, que caen cada 100 mil años. O los de 10 kilómetros de diámetro, que se precipitan a la Tierra cada 100 millones de años.
Sin embargo, el principal problema no está en los cuerpos celestes.
El peligro está en la basura espacial.
Síndrome Kessler
Los desperdicios que flotan alrededor del espacio son variados en cuanto a forma y tamaño. A veces son partículas microscópicas, como polvo o restos de pintura de cohetes. En otras oportunidades, son grandes restos de satélites en desuso, como el UARS.
Sólo entre 2007 y 2011, el número de objetos de mayor riesgo -aquellos más grandes que una pelota de tenis- pasó de 9.949 a casi 16 mil.
"Hoy nadie se quiere arriesgar a poner un satélite, porque se corre el riesgo de ser impactado por basura", explicó el astrónomo de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Ciencias, José Meza.
"Efectivamente, existe el problema con la chatarra y, en particular, con la que está en la órbita más cercana a la Tierra, pues está llegando o incluso puede que ya haya sobrepasado su capacidad para que los satélites puedan circular sin dificultad", complementó Franz Bauer , astrónomo de la Universidad de Virginia y profesor de la Facultad de Física de la Universidad Católica .
El escenario descrito por ambos científicos se conoce como Síndrome Kessler. Así se denomina a la enorme cantidad de partículas -sin uso- que circundan el planeta.
El inconveniente está en que al aumentar la cantidad de objetos, también crece la probabilidad de colisiones. Ello genera más basura y, por tanto, mayor riesgo de impactos. Vale decir, un efecto dominó.
"Lo que se predice es un crecimiento exponencial de esta basura (...) y es una cuestión de 5 o 10 años para que sea catastrófico", dijo Bauer.
"Se estima que esta cadena podría derribar un montón de satélites y también llevar a que no podamos poner nada más allá arriba", agregó.
La comunicación satelital aumentará de precio
El Síndrome Kessler podría afectar la vida diaria.
¿Cómo?
Al aumentar exponencialmente el costo de poner estos objetos en el espacio "puede llevar, por ejemplo, a dificultades en la comunicación satelital", explicó Bauer.
Ver televisión, usar un GPS o llamar vía telefónica mediante la interacción con un satélite, en definitiva, podrían aumentar de precio, según explicó.
-Lo que tendrán que hacer es construir un escudo alrededor de los satélites o ponerlos en otras órbitas que no son las ideales -añadió el astrónomo de la U. de Virginia.
Pero ya se está trabajando en iniciativas que limpien el espacio.
Está el proyecto de construir un satélite ruso que barrería la basura con brazos artificiales. Fue inventado por el ingeniero de la Agencia Espacial Italiana (ASI) Marco Castronuovo , que propuso un modelo dotado de brazos robóticos que atrapan fragmentos peligrosos de chatarra, para luego llevarlos a una órbita más baja donde se autodestruyan al rozar la atmósfera.
El satélite cuesta unos 140 millones de euros (unos $98 mil millones) y, en caso de concretarse, el primer prototipo podría ser lanzado en 2016.
Otra idea es la de un camión de basura espacial. El diseñador MattelVaughan Ling propuso un sistema que contempla un recolector, una red de distribución y una estación de reciclaje.
Los que sí ya están operativos son los láser de gran potencia de la NASA. Pero ellos pueden desplazar milimétricamente algunas órbitas y sólo los de objetos muy pequeños.
"En realidad, no hay nada que se pueda hacer hasta tener la mejor información posible. Los peligros más grandes son los que no podemos ver y que aparecen de la nada y rápido viniendo hacia nosotros", puntualizó Bauer.
Proyectiles a la vista Son varios, aunque pequeños, los desperdicios espaciales que caen año a año en nuestra atmósfera.
Si bien la mayoría de ellos se desintegran, hay trozos que han provocado trastornos.
Tal fue el caso del Airbus A-340 de LAN que estuvo a punto de ser alcanzado por los restos de un satélite ruso cuando volaba sobre el Pacífico Sur, con destino a la ciudad neozelandesa de Auckland, en 2007.
Si bien el avión aterrizó sin problemas, el piloto advirtió que los trozos pasaron a una distancia de sólo 8 kilómetros de la nave.
Otro caso, pero en tierra, fue el que ocurrió el 12 de enero de 2001, cuando parte de la plataforma Star 48 Payload Assist Module (PAM-D) entró a la atmósfera y trozos de ella se estrellaron en el desierto de Arabia Saudita.
Más restos del mismo objeto fueron encontrados en el norte de Uruguay en marzo de este año.
"Impacto profundo": Las más espectaculares y devastadoras caídas de asteroides Corría el año 1998 y dos películas que se convirtieron en éxitos de taquilla, "Armaggedon" e "Impacto Profundo", tocaron uno de los mayores miedos del hombre: el choque de un asteroide con la Tierra.
Dejando la ficción de lado, si bien son poco probables, este tipo de accidentes ya han ocurrido en nuestro planeta.
Un asteroide es un cuerpo rocoso, carbónico o metálico, que orbita alrededor del Sol en una órbita interior a la de Neptuno. Según el astrónomo José Maza, se calcula que entre la órbita de Marte y la de Júpiter hay cerca de medio millón de asteroides identificados por la NASA.
Sin embargo, "las probabilidades de que uno de ellos caiga en la Tierra son muy bajas".
Fuego y luz en Siberia
En 1908, ocurrió el incidente más importante de este tipo en la provincia de Tunguska, Siberia.
Dos mil km {+2} de bosque fueron arrasados y el impacto pudo ser oído a más de mil kilómetros de distancia.
Lo curioso de este caso es que nunca se encontró un cráter o huella del impacto.
La explicación es que el asteroide explotó en el aire, a 500 metros de altura. "Al entrar en la atmósfera, se calentó tanto que estalló y sus partículas nunca tocaron el suelo, pues se evaporaron instantáneamente", explicó Maza.
Durante varios días, tras la explosión, las noches fueron tan brillantes en esa región que se podía leer sin luz artificial .
Ante la posibilidad de futuros impactos en el planeta, Maza afirmó que no hay peligro inminente.
Sin embargo, la NASA lleva un registro de los NEO (Objetos Cercanos a la Tierra, por su sigla en inglés ) para estar preparados ante la posibilidad de que un asteroide se dirija a la Tierra. "Hay varios miles de NEO y, si bien todos podrían ingresar a la Tierra, la mayoría se desintegra por el calor", añadió el astrónomo.
Otro de los eventos más impactantes ocurrió hace 66 millones de años, en la Península de Yucatán (actual Cancún, México). Fue el que supuestamente exterminó a los dinosaurios.
La única prueba de esta colisión es un cráter de 180 kilómetros, cerca de la ciudad de Chicxulub, y la gran cantidad de iridio en la zona, una sustancia que escasea en el planeta pero que es muy concentrada en los meteoritos.
Fuente:La segunda on line.
F.AQUÍ
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